Oda a Hampstead

En Londres basta solo con subir una colina para ser feliz. El barrio de Hampstead, a unos seis kilómetros del barullo de Picadilly Circus y el caos del West End, tiene la receta perfecta para hacerte soñar con un Londres en armonía.

El año pasado, The Guardian publicaba un artículo con motivo del estreno de la peli Hampstead (traducida en España como ‘Cita en el parque’). El autor analizaba los ingredientes de dicha historia intentando así prever si tendría, como dicen los ingleses, what it takes, para competir con la gran Notting Hill. Casi después de un año del lanzamiento de la peli, he de decir que el impacto ha sido silencioso y que la suerte se ha puesto del lado de los que vivimos en el noroeste de la ciudad. El resultado apunta a un Notting Hill plagado de turistas deambulando por Portobello Market y un Hampstead lleno de encanto y libre de visitantes.

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Una calle de Hampstead

Mi historia con Hampstead comienza hace unos cuantos años; justo en ese momento en el que todavía no te sientes de ninguna zona en concreto de la ciudad. Descubrí el barrio de la mano de alguien muy especial que pronto me pondría al día de los highlights de aquellas calles. Por ejemplo, que se trata de una de las zonas con mayor poder adquisitivo de la capital, por detrás de Kensington & Chelsea o Belgravia, en el oeste de la ciudad. A diferencia de estas dos, Hampstead se ha caracterizado siempre por ser hogar de escritores (es conocido como el barrio literario), actores (sí, Hugh Grant vive aquí y no en Notting Hill), músicos y artistas (la película Allie, protagonizada por Brad Pitt y Marion Cotillard, recrea muy bien el ambiente del vecindario en la Europa de la Segunda Guerra mundial). Y sin entrar demasiado en detalles políticos, a Hampstead también la diferencia algo del resto: este barrio adinerado lleva siendo Labour durante muchos años.

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Vivienda en Hampstead

Como decía al inicio del artículo, tan solo una colina puede separarte del ruido de Londres.  Como si de una especie de Montmartre se tratase (para los que no lo sepáis, tengo la gran manía de comparar Londres con París en todo momento), Hampstead se saborea desde las alturas, por eso existe una parada obligatoria en el corazón de Hampstead Heath, el parque (mejor dicho, bosque) más grande de la ciudad. Hablo de Parliament Hill, un balcón con vistas a Londres desde el que se puede divisar  hasta el gigante Canary Wharf, literalmente en la otra punta de la urbe.

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Vistas de Londres desde Parliament Hill

El heath de Hampstead es sin duda uno de los grandes reclamos de esta zona. Presume de una extensión de unas 320 hectáreas y tres grandes lagos que se llenan de gente en los días de primavera y verano. Sin duda, es una de esas citas imperdibles para los amantes de la naturaleza o digámoslo claro: la vía de escape de cualquier londinense en fin de semana.

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Lago en Hamsptead Heath

Pasear por este bosque urbano es como olvidarse de todo. Gafas de sol, un buen libro, mi mejor sonrisa y esa melodía que mejor acompaña a Londres en primavera, Here comes the sun, es lo único que necesito para alcanzar mi momento álgido de felicidad en suelo londinense. Por supuesto, si después de la caminata apetece una pinta histórica, el parque alberga uno de los pubs con más años a sus espaldas: The Spaniard´s Inn.

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Hampstead Heath

De vuelta al asfalto, the Hampstead village ofrece planes como un delicioso brunch en The Buttery Café, en el propio Burgh House y el museo de Hampstead, que es famoso por ser el único café del vecindario con jardín.

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Burgh House & Hampstead Museum

O cómo olvidar la mítica pastelería Louis Patisserie, fundada en los años sesenta por Louis Permayer, un emigrante húngaro, que al igual que otros tantos, allá por los cincuenta, encontró un nuevo hogar en el norte de Londres.

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Louis Patisserie en Hampstead

Por cierto, he de confesar que la primera vez que me paré delante del escaparate de este pequeño templo húngaro, sentí la fuerte necesidad de hacer dos cosas. La primera, sentarme a probar su café y una de sus tartaletas tamaño extragrande. La segunda fue indagar un poco más sobre el negocio. Algo que me hizo volver al lugar para acabar enviándoles este artículo (en inglés) a The Budapest Times, un periódico para angloparlantes afincados en Hungría.

Su mercadillo de antigüedades, su sala de cine independiente, Everyman, y su icónica Crêperie francesa (siempre con cola) completan la lista de direcciones que visitar una tarde en Hampstead.

Este fin de semana me he vuelto a escapar a Hampstead. Una vez más sonaba Here comes the sun.

 

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